Un reciente informe de la RAE sobre la incorrección del uso
de la lengua no sexista de algunas guías ha levantado cierto descontento y
polémica entre varios sectores de nuestra sociedad. El informe, para aquel que
no lo conozca, viene a explicarnos las correcciones lingüísticas para un empleo
correcto del lenguaje, sin necesidad de hacer una distinción sexista del
lenguaje. Nuestro idioma, rico en tantos aspectos, es igualmente capaz de esa
distinción entre género sin confusión en la mayoría de los casos, hecho que la
propia RAE advierte para que el uso de nuestra lengua sea el adecuado. En
circunstancias normales este tipo de informe quizás no hubiera levantado la
polvareda que en esta ocasión lo ha hecho pero es que resulta que, con todo el
respeto a los señores académicos, las razones lingüísticas pueden estar más que
justificadas, pero no las razones sociales.
Por muy bochornoso que nos parezca, las mujeres siguen
estando discriminadas en la sociedad actual. Aparte de su trabajo, en la
mayoría de las ocasiones menos remunerado, se siguen dedicando al cuidado de
sus hijos y mayores, sacando adelante las tareas del hogar y consiguiendo ser
madres, esposas y trabajadoras con un rendimiento al cien por cien. Su
presencia en los cargos directivos sigue siendo aún una asignatura pendiente y,
hoy por hoy, el maltrato machista sigue teniendo cifras escandalosas.
Con este panorama quizás no sea muy acertado que una
institución como la RAE, compuesta mayoritariamente por hombres, haga público
un informe en estos términos. Es cierto que las guías a las que se refiere el
citado informe quizás no han contando con lingüistas para su redacción y que
pueden tener alguna incorrección normativa; pero estoy convencido que se han
hecho con el máximo cuidado para no discriminar a nadie y que su intención no
va más allá de eso.
La lengua es un ente vivo que va íntimamente ligado con los
propios usuarios, tú y yo como hablantes que la usamos como herramienta básicas
de comunicación. No creo que se trate que la lengua sea sexista o no, más bien somos
los ciudadanos los que expresamos esa discriminación cuando hablamos o
escribimos. La RAE, cumpliendo con su obligación, nos marca las pautas de un
lenguaje correcto; más allá de las instrucciones que nos tenía acostumbrados
aquella ministra de Igualdad cuyo gabinete fue más mediático que eficaz.
La forma de conseguir esa igualdad real, no sexista es; a mi
parecer, poner cada cual nuestro granito
de arena para poder salvar esas diferencias por razón de género, aunando
esfuerzos en cada uno de nuestros ámbitos más cercanos para hacer visible el
papel real de la mujer en la sociedad; de esa mujer que todos conocemos, de
nuestra hermana, nuestra esposa, nuestra madre o nuestra abuela, con sus
esfuerzos y sacrificios, con sus penas y alegrías, con sus ilusiones y sus
anhelos. Y más allá de cuestiones lingüísticas, ocupémonos de hacer real esa
igualdad plena para conseguir una sociedad más justa, que aún queda mucho
camino por recorrer…
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