lunes, 17 de octubre de 2011

MIGUEL HERNÁNDEZ Y EL DESPRECIO AL POETA




Hoy mismo he conocido la noticia sobre la negación del Ayuntamiento de Elche para seguir colaborando con el mantenimiento y difusión de la obra de Miguel Hernández a través de su propia Fundación, como venía haciendo ya hace 27 años. Me parece muy lamentable como, con la excusa fácil de la crisis económica, el consistorio ilicitano ha despreciado de un plumazo el nombre, la obra y el valor del poeta; demostrando al mismo tiempo un desprecio total a la cultura, la educación y, por qué no, a la propia libertad.

El caso del Ayuntamiento de Elche viene a ser un episodio más del trato "marginal" que está recibiendo gran parte del panorama cultural en sus distintas vertientes artísticas en los últimos tiempos. Parece ser que a nuestra "clase" política le interesa bien poco su apoyo y difusión y optan por meter el "tijeretazo" más grande en las áreas de cultura, definiendo muy bien así su política cultural que queda ya no en un segundo plano, sino olvidada en algún rincón del trastero.

No hace ni un año aún cuando desde diversos ámbitos se conmemoraba el centenario del nacimiento del poeta de Orihuela y ahora, meses más tarde, somos espectadores de este tipo de actos de menosprecio hacia esta figura clave de nuestra literatura. Pero más allá de estas pobres decisiones, la voz del poeta seguirá resonando a través de su legado, desde el origen humilde propio de poeta, a través de cada uno de sus poemas y con la mejor de sus enseñanzas, la lucha contra las injusticias.

Miguel Hernández seguirá vivo cada vez que alguien lea alguno de sus versos; seguirá presente en la memoria de su pueblo y en una parte preferente de nuestra literatura, seguirá vigente su mensaje y su aportación para conseguir un mundo mejor. La mejor forma de terminar esta entrada sobre Miguel Hernández es, sin duda, con sus propias palabras, esas que quizás ni conozcan ni quieran conocer aquellos que hoy han intentado callar nuevamente su voz.

No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme, no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa?
¿Quién amuralla una voz?


M. Hernández

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