miércoles, 9 de febrero de 2011

EL CLAMOR EGIPCIO




Cuenta la leyenda que en tierras de pirámides y esfinges, esas que bañaba el legendario Nilo y tuvieron como anfitriona a la mismísima Cleopatra, existió un cruel Faraón que tenía amordazado a su pueblo, sometido y con falta de libertad. Aprovechándose de la situación, obligaba a sus conciudadanos a construir la tierra que él siempre había soñado, con majestuosos edificios que asombraran al visitante y fueran fuente de abundante riqueza. El pueblo, esclavo de sus deseos, construía minuciosamente un país mítico que maravillaba a los propios dioses. El poder de Faraón fue aumentando y sus exigencias se hacía mayores, abusando más y más de su pobre pueblo que se sentía cada vez más alejado de su ansiada libertad. Faraón acabó obsesionándose por su poder y por hacer realidad un sueño inalcanzable a costa de sufrimiento de los demás.

El pueblo, casi rendido a las máximas exigencias del poder, sobrevivía a duras penas, aumentaban sus necesidades y acosaban enfermedades y hambre. Faraón, en cambio, se envolvía en un poder ilegítimo que le hacía intocable.

Continúa la leyenda que tan extrema era la situación que el pueblo un buen día ya no pudo soportarla más. Los jóvenes, arropados por mujeres y niños, mayores y gente de todo tipo quisieron hacerle frente a Faraón y paralizar su proyecto tan ansiado. Faraón, lleno de ira, mando a arremeter contra su propio pueblo, pero ya entonces nadie le hacía caso y el pueblo, sublevado en la Plaza Principal de la capital se mantuvo firme a sus protestas. Las manifestaciones duraron días, semanas, pero el pueblo supo organizarse, mantenerse unido por su libertad, solidarios entre hermanos y con un mensaje firme contra los atropellos del que hasta entonces había sido su mayor representante.
Por su parte, Faraón observaba desde la ventana de su ostentoso palacio, cómo su sueño se desmoronaba y cómo le había retirado el apoyo su propia gente. Aún así su furia y autoritarismo no le hacían rendirse frente a la dignidad y libertad de todo un pueblo.

El clamor del pueblo hizo que, al fín, Faraón abandonara su puesto y puso el poder al servicio de su pueblo. Al salir de Palacio, observó que realmente sus tierras eran las más bellas jamás soñadas y que todo había sido gracias a la propia gente que había maltratado durante tantos años. Se cuenta que Faraón tuvo que salir de su tierra, porque su pueblo nunca olvidó tanto daño causado.

Ojalá el ejemplo de este pueblo sirviera para que otros tantos "faraones" abandonaran tanto abuso de poder....

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