La educación es de nuevo un tema candente estos días y, por desgracia, parece ser que los cambios que se anuncian no son para mejorarla precisamente. Una vez más con la fácil excusa de la crisis económica que sufrimos, nuestros políticos "se ven obligados" de hacer una serie de ajustes que, al fin y al cabo, serán una merma en este derecho tan básico aún habiendo anunciado por activa y por pasiva que no se recortarían en partidas tan esenciales como educación y sanidad.
Convendréis conmigo que en materia educativa, aún sin haber sido una apuesta firme por ningún gobierno, se han producido importantes avances en los últimos diez años y la educación pública ha conseguido durante este tiempo un reconocimiento que viene avalado, entre otros factores, por la existencia de una red pública de centros educativos importante, con buenas infraestructuras y acorde con las nuevas demandas sociales. Por otro lado, el equipo humano de docentes, maestros y profesores han sido otro garante, han sabido adaptarse a nuevos cambios sociales y capacitados con una buena formación para ofrecer una educación de calidad. De igual manera, también convendréis conmigo que aún con todos estos avances aún queda mucho por hacer en la enseñanza pública de nuestro país, sobre todo porque la realidad cambiante en la que vivimos nos lo exige: nuestros colegios e institutos se han convertido en centros multiculturales que acogen a alumnado muy diverso, con perfiles muy dispares y necesitados de las mejores herramientas para alcanzar esa formación necesaria que los impulse a una formación postobligatoria o, simplemente, ser ciudadanos competentes dispuestos en el mundo laboral. A todo ello hay que sumar problemas complejos que se vienen arrastrando y que no podemos obviar ni un sólo instante; fracaso escolar a edades bastante tempranas e incluso abandono del sistema. Por lo que es preciso seguir apostando y seguir poniendo todos los recursos necesarios para ir salvando y solucionando temas tan serios como estos.
Las nuevas reformas educativas vienen motivadas una vez más por el cambio de color político, sin alcanzar el esperado pacto de estado que esta materia requiere. Reformas que, aún sin haberlas desgranado ni concretado, parece ser que pasan por el aumento de ratio de alumnado por aula, el cambio de la educación secundaria obligatoria en sus últimos años y la paralización de proyectos de bilingüismo, nuevas tecnologías o atención a la diversidad, entre otras.
Me resulta verdaderamente penoso como se desprestigia y se ataca este derecho fundamental, como una vez más ( y ya van muchas) no se tiene en cuenta las voces propias de los profesionales de la educación, como se convierte ésta en un arma política y cómo se intenta engañar a la opinión pública desviando la atención con mensajes que son sencillamente falsos.
Pero lo más triste de todo esto son finalmente los resultados y los verdaderos perjudicados, nuestros alumnos. Niños y jóvenes que necesitan una atención especial para su formación e integración, niños y jóvenes que deben tener la mejor educación para poder desarrollar su futuro con la garantía de su desarrollo personal y social. Niños y jóvenes que se puedan sentir orgullosos de haber estudiado en los centros públicos, con las mismas oportunidades sin importar su situación social y económica, Porque sencillamente de eso se trata en la educación pública, ese derecho que debemos luchar y defender por encima de todo.
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