viernes, 29 de julio de 2011

RECUERDOS ESTIVALES




Recuerdo los veranos de cuando era un crío como meses que alargábamos haciendo mil cosas. Recuerdo cómo disfrutábamos del día en la piscina y, entre chapuzón y chapuzón, emprender esas partidas de cartas interminables. Recuerdo recargar fuerzas las horas de la siesta, con ese ambiente "oscurito" que facilitaba nuestra madre para que la casa estuviera más fresquita, para luego seguir disfrutando de ese día que no terminaba hasta la madrugada. Recuerdo estar por ahí toda la tarde con la bici, llegar a casa a cenar, ducharme y seguir jugando en la calle a toda clase de juegos. La noche terminaba en más de una ocasión comiendo chuches y contando historietas sentados en la "laderilla" de la calle que me ha visto crecer.

El verano era entonces también momentos de escapadas a la playa o alguna que otra excursión, pero lo más esperado sin duda eran las ferias. Y digo las ferias porque no nos conformábamos con disfrutar de la feria del pueblo, sino que siempre nos la apañábamos para conformar algún mayor que nos llevara, aunque sea un rato, a las ferias de los pueblos cercanos. Los días de feria eran agotadores. Durante el día participábamos en las actividades que se organizaban para las fiestas, íbamos a ver otras tantas para los mayores y durante la noche era el tiempo de subirse en los "cacharritos" y dar un montón de vueltas por la Calle Ancha y el Río. Recuerdo la ilusión que nos hacía ver amanecer y, por eso, un día de la feria nuestros padres nos permitían quedarnos hasta esas horas acompañados de unos buenos churros con chocolate para desayunar.

Recuerdo durante esos días de feria el "turronero" pregonando sus dulces y, paradójicamente, recuerdo cómo su mejor venta la hacía días después de las fiestas.

Hay que reconocer que después de feria todo se quedaba mucho más tranquilo y necesitábamos al menos dos días para volver de nuevo a la rutina veraniega, pero aún nos quedaba prácticamente todo el mes de agosto.

Recuerdo a mis vecinas sentadas al fresco como si de una gran familia se tratara, reunidas charlando de sus cosas y "cortando algún traje que otro"...Recuerdo cómo nos quedábamos hasta que olíamos que en el horno de pan ya estaban trabajando y corríamos para comprarnos esos panecillos que nos sabían a gloria.

Recuerdo a mi padre en su mecedora con la sintonía de la radio con las noticias de fondo, recuerdo el sabor del "polo flash" que cogíamos del congelador para aliviarnos del calor y el sonido de aquel ventilador que simplemente movía el aire caliente de esa noche de verano.

Recuerdo las familias emigrantes que volvían por esas fechas, alegres por volver a sus orígenes y visitar a sus seres queridos.


Recuerdos de verano que están dentro de mi imaginario personal, con nombres propios que no podré olvidar, rincones que suponen mucho para mí, momentos que son sólo míos y de los que lo vivieron conmigo, fiestas que jamás se repetirán, tradiciones y costumbres que poco a poco van cambiando o, lamentablemente, se van perdiendo. Recuerdos de verano muy presentes de un chiquillo que se hizo mayor...

2 comentarios:

Argax dijo...

Pues sí, los recuerdos de los veranos infantiles se quedan bien grabados en ese imaginario personal. Recordaré siempre el olor a resina de pino, la arena fresca de las dunas de la playa por la mañana cuando me levantaba a desayunar, las pieles de las culebras enganchadas en los cactus, los besos de las niñas que me sabían ya a poco pero por los que competía como buen adolescente, muchos, muchos recuerdos.
Un abrazo.

Reyes dijo...

Mis recuerdos de verano de niña son con una tienda de campaña y los chorreones de una sandía con un sabor que jamás he vuelto a probar.
Un beso.