lunes, 22 de marzo de 2010

RECUERDOS DE UN CHIQUILLO...



"Mi infancia son recuerdos...", así comenzaba el poema del maestro Machado y así empieza el relato de este chiquillo que aún conserva ese brillo de inocencia en su mirada cuando nos habla de sus vivencias en Semana Santa.

"" Mi infancia son recuerdos de de mil cosas, de mil sabores y mil olores, de mil vivencias y mil sentiemientos. Mi infancia son recuerdos a la llegada de la primavera, recuerdos de olor a canela y ajonjolí de esos dulces típicos que se amasaban días antes de Semana Santa. Olores tan propios que difícilmente se olvidan, olor a naftalina cuando mi madre sacaba las túnicas de penitentes para prepararlas un año más; olor a cera quemada envuelta en finos aromas de incienso, flor de azahar y perfumes de claveles. Recuerdos de sones de marchas procesionales que aprendía casí de memoria, sonido seco del golpe de un llamador que tantas veces obedecí bajo mi hombro o mi costal, silencio de corneta que erizaba el vello, redoble de ese tambor que también siendo niño fue compañero. Recuerdos de miradas que bajo un antifaz desfilaban lenta y misteriosamente; miradas del gentío clavadas en la cara de su Virgen como esos puñales que le atraviesan su corazón; miradas de dolor y sufrimiento de ese Hombre que muere en la cruz; miradas de niños que, sin comprender muy bien lo que pasa, no quieren perderse bajo su llanto ni un solo detalle. Recuerdos de esa saeta rota de Nicolás en la puerta de su casa,...

Recuerdo esos días como días de gran ajetreo, de preparalo todo para que todo estuviera listo, de entregarlo todo para poder disfrurtarlo, de apurar hasta el último momento porque ese ya no se repetía. Recuerdos que año tras año, como una buena tradición, retornaban; recuerdos de ver a esa persona tan especial vestida de mantilla, recuerdos bajo mi antifaz de penitente rojo, recuerdos en la tarde del prendimiento bajo el papel de Caifás, recuerdos de un joven romano, recuerdos de esa levantá dedicada, de ese abrazo fundido y de esa lágrima que se derrama; recuerdos, recuerdos, recuerdos..
Y mientras tanto nuestras calles se convertían en la nueva Jerusalen recibiendo a Jesús para luego maltratarlo y acabar con su vida""

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