jueves, 27 de agosto de 2009

NUESTRO SILENCIO...




Recorrimos kilómetros sin rumbo cierto y en el trayecto nos dió tiempo a ponernos al día de mil historias, coqueteamos con nuestras manos y nuestras miradas, nos reímos con nuestras payasadas y escuchamos las mejores canciones que sonaban entonces. Al llegar era la hora del atardecer y, con aquella brisa fresca y la cercanía al mar, resultaba una temperatura de lo más agradable. El momento nos invitó a tumbarnos en la arena; allí tú y yo solos, en aquella playa en el que por instantes íbamos notando que los rayos de luz, ya sin fuerzas, iban dejando paso a la claridad de una noche de verano. Estábamos allí y era nuestro momento.
Entre risas fuimos entrelazando conversaciones y con nuestras charlas quisimos arreglar el mundo como si fuera así de fácil. Sin ser conscientes cómo pasaba el tiempo, nuestro alrededor se quedó a oscuras, la espuma blanquecina de las olas brillaba ahora plateada, reflejo de aquella luna que nos vigilaba y, a lo lejos, pequeñas lucecillas se habían encendido procedentes del pueblo más cercano.
Y allí permanecíamos los dos, charlando y ríendo sin parar, y entre palabras que se iban con aquella brisa, tan sólo un beso hizo nuestro silencio...

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